El inestable panorama de la inteligencia artificial

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Hace solo tres días Databricks publicaba que su nuevo modelo de lenguaje DBRX batía a todos sus congéneres de código abierto y desafiaba a los modelos propietarios. Hoy ha aparecido la noticia de que SambaNova Systems anuncia el sistema Samba-CoE v0.2, que supera a DBRX en los benchmarks habituales y, además, en eficiencia.

Por un lado, no cabe duda de que es una buena noticia; todo lo que signifique disponer de mejores herramientas lo es.

Sin embargo, no puedo evitar preguntarme si estamos perdiendo de vista lo realmente importante en medio de toda esta euforia. Cada semana que pasa, tengo más la sensación de que la inteligencia artificial ha subido a un escenario donde no se aplaude la utilidad sino la habilidad para superar benchmarks. Estas pruebas, diseñadas para comparar la potencia y habilidad de los modelos de IA, se han convertido en una medida de éxito engañosamente convincente. Cada nuevo modelo que sale al mercado llega acompañado de su récord correspondiente, proclamando ser el nuevo vencedor, inevitablemente temporal, en esta carrera tecnológica. Y, sin embargo, estas mejoras muchas veces son tan sutiles que pasan desapercibidas más allá de los laboratorios donde se conciben.

Por el camino, estamos perdiendo la perspectiva de lo que de verdad importa: la capacidad de estas herramientas para abordar y resolver problemas reales. Da la sensación de que estamos atrapados en una espiral de superación continua que, aunque impresionante sobre el papel, apenas se refleja en la vida cotidiana. ¿No iba la inteligencia artificial a transformar el mundo?

Aplicación vs. promoción

El verdadero potencial de la IA no puede residir en superar benchmarks o en ocupar las primeras posiciones de los rankings más populares, sino en su capacidad para transformar sectores enteros y mejorar la vida de las personas. Quizá hoy la lluvia continua que tenemos en los cristales me está haciendo ver un mundo gris, pero creo que hay una desconexión preocupante entre el bombo mediático, que afecta sobre todo a los sitios especializados de noticias online, pero también a los medios tradicionales, sobre todo la televisión, y la implementación efectiva sobre el terreno. Los sistemas de IA se han diseñado con el propósito de enfrentar los desafíos del mundo real, como la mejora de los sistemas de salud, la optimización de la gestión energética o la personalización de la educación. Sin embargo, los logros (que los hay) en el cumplimiento de estos objetivos, quedan en la sombra de la supremacía en los benchmarks.

La obsesión con estas cifras está creando una cortina de humo que hace que no prestemos suficiente atención a los desafíos reales que la inteligencia artificial necesita superar. La integración de estas tecnologías en infraestructuras existentes, la interacción con sistemas sociales y económicos complejos y la consideración de implicaciones éticas son aspectos que requieren una atención mucho más meticulosa que simplemente mejorar las métricas de rendimiento. La IA debe ser una herramienta para el progreso humano, y no un fin en sí mismo, fascinante pero desconectado de las necesidades sociales.

Por otro lado, también a diario oímos hablar de inversiones que desafían la imaginación por parte de los gigantes tecnológicos. La capitalización de OpenAi llega cada semana a las noticias, pero el resto de jugadores no se quedan atrás. Y, sin embargo, resulta difícil oír hablar de organizaciones que hayan integrado con éxito rotundo la tecnología en sus procesos efectivos.

¿Viene el invierno?

Junto con todo lo anterior, hay dos palabras que se leen con cada vez más frecuencia en los blogs dedicados al análisis de la realidad tecnológica: invierno y burbuja.

La historia de la inteligencia artificial ya ha presenciado períodos conocidos como “inviernos”, en los que las expectativas generadas han dado paso al escepticismo ante la falta de resultados concretos y las inversiones se han congelado. Hoy, algunos expertos están alertando sobre la posibilidad de un nuevo invierno, no tanto por la falta de avances como por la desconexión entre estos avances y su impacto en la vida diaria. Existe un riesgo real de que la fascinación por las capacidades que la tecnología está demostrando dé paso al desencanto si la promesa de una revolución tecnológica no se materializa en mejoras concretas y accesibles.

Por otra parte, otras voces nos advierten de que el fenómeno que estamos viviendo ha sucedido antes en otros ámbitos. Al igual que ocurrió con la burbuja inmobiliaria, existe el peligro de que estemos sobrevalorando el potencial de la inteligencia artificial basándonos en expectativas infladas y promesas exageradas.

Si no somos capaces de demostrar el valor real de la inteligencia artificial en el mundo real, corremos el riesgo de que esta burbuja estalle, llevándose consigo inversiones, proyectos y expectativas. La historia nos ha enseñado que las burbujas tecnológicas pueden tener consecuencias devastadoras. Basta con recordar el estallido de la burbuja de las puntocom a principios de la década de 2000 para comprender los peligros de la especulación excesiva y las expectativas poco realistas. Si no aprendemos de estos errores del pasado, corremos el riesgo de repetirlos.

El mundo real

Por supuesto, no niego la existencia de innumerables aplicaciones de la inteligencia artificial. Existen proyectos que están demostrando ya la realidad de las aportaciones de esta tecnología, como las contribuciones de DeepMind a la investigación médica, el diagnóstico médico asistido con Arterys, el chatbot de atención médica de Babylon Health, los sistemas de recomendación de contenido de YouTube, Netflix o Amazon Prime, los sistemas de enseñanza adaptativa de Knewton, los materiales y soluciones de Carnegie Learning, los diferentes sistemas de conducción autónoma para vehículos eléctricos…

Sin embargo, todas estas soluciones no se perciben como ese “gran paso adelante” que el alboroto mediático sobre la inteligencia artificial nos transmite a diario. Parece que estamos cada día al borde de un gran cambio… que quizá no sea para tanto.

Es fundamental adoptar un enfoque más equilibrado y realista. Incluso si esta es una fase de desarrollo de sistemas cuya aplicación estallará en los próximos tres o cuatro años, es necesario que dejemos de atender titulares grandilocuentes y que nos preparemos para hacer frente a los cambios tangibles que nos traerá la tecnología, que serán, sobre todo, sociales. Las empresas y organizaciones que desarrollan sistemas de inteligencia artificial deben ser transparentes sobre las capacidades y limitaciones de sus sistemas, y los medios de comunicación deben ser más rigurosos en su cobertura, evitando el sensacionalismo y la especulación infundada.

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